La morada mística de los dioses
La fe de Kumano tiene sus raíces en la adoración de su impresionante entorno natural, con gigantescos árboles y hermosas cascadas en las que se cree que habitan espíritus. Estas montañas se consideran la morada mística de los dioses.
En los textos más antiguos de la historia japonesa, Kumano aparece como la Tierra mítica de los Yomi, los muertos. Se creía que los espíritus ancestrales ascendían por las impenetrables montañas que se extienden hasta el mar, al sur.
Cuando el budismo llegó a Kumano en el siglo VI se fusionó armónicamente con el sintoísmo, la religión indígena de Japón, creando formas únicas de sincretismo. Surgió la creencia de que las deidades locales son manifestaciones de entidades budistas, lo que transformó Kumano en una matriz espiritual rica y compleja, un paraíso terrenal de la purificación, la sanación y la salvación.
Los principales lugares de culto se consolidaron, como el Kumano Sanzan, un conjunto formado por tres grandes Santuarios: Kumano Hongu, Kumano Hayatama y Kumano Nachi. Se desarrolló una red de rutas, el Kumano Kodo, para que circulasen los peregrinos en su arduo viaje. Devotos de todos los estratos sociales –antepasados imperiales, guerreros samuráis o gente del pueblo llano– han recorrido estos caminos, buscando contacto con las fuerzas de este lugar sagrado universal.
Debido al gran efecto que ha ejercido sobre la cultura espiritual de Japón, el Camino de Kumano fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Estas antiguas rutas, que cruzan picos y poblaciones tradicionales de la montaña, siguen siendo redescubiertas y reinterpretadas por los visitantes actuales.